viernes, 3 de agosto de 2012

La obra visual como objeto del voyeur

Anotaciones en torno a
 'Ojo que cae'



Roxana Cortés Molina
roxannacortes@hotmail.com



I


La obra de arte se vuelve cada vez más mercancía
y el arte una rama de la actividad económica.
Adolfo Sánchez Vázquez
en Socialización de la creación o muerte del arte



El estigma al cual ha sido sometido –y que ha legitimado– el creador visual ante los modos de difundir su trabajo aqueja también a nosotros, los espectadores.  Nos han habituado a recibir catálogos, folletos o propaganda cuya finalidad es ‘exhibir’ la obra plástica, su explicación curatorial y una pequeña semblanza del autor; esto nos lleva a cuestionarnos si es que en realidad los ‘conceptos estéticos’ que indefectiblemente se emplean en la difusión de arte visual referencian ‘algo’ sobre la obra, si dictan ‘algo’ sobre el conglomerado de signos plásticos utilizados por el creador o si es que refuerzan la cálida e imperante visión de la obra artística como imagen ajustada a la ley de la economía.

 No debe asustarnos la transformación del producto estético en mercancía; nuestros tiempos capitalistas han absorbido el uso de la imagen como principal atractivo en la compra-venta de productos y, con ello, el cómodo o desilusionante hecho de que el artista no escape de la lógica de mercado, aunque esfuerce en alternar vía: el sistema capitalista ya ha emprendido la tarea de absorber una gran cantidad de obra visual en pro de mantener su status quo.

II

En noviembre de 1926, la revista Forma publicó el artículo ‘David Alfaro Siqueiros: un verdadero rebelde en arte’ –escrito por Anita Brenner– con el hilarante pie de página: ‘FORMA’ acoge la obra de Siqueiros, por lo que de firme expresión plástica significa, sin que le interesen, ni menos apruebe sus ideas filosóficas o políticas. Claro está que la ‘firme expresión plástica’ del trabajo de Siqueiros estaba constituida también de su discurso político: bien podemos rechazarlo o darle cobijo pero nunca omitirle. Sin embargo, en aquellos días, ya se tenía la premisa a favor, aceptar la expresión plástica y no su discurso. Se podía optar por el valor estético de la imagen o por el contenido teórico-práctico que la envolvía, la bifurcación es lo ideal cuando se requiere posicionarse tibiamente y reducir la plástica subversiva-revolucionaria de Siqueiros en objeto voyeur de su posible crítico o espectador.

 Otro de los comentarios que mereció su obra –y vale la pena ser puesto en tela de juicio– fue realizado por Amaro Martínez en 1933, él afirmó que no se podía sospechar que la obra de Siqueiros –sin declaración previa y sin ‘letrero’- fuese comunista. Soslayando: puede no ser así pero sólo con la condicionante de que el papel del espectador se simplifique a ‘mirar’ la obra y no a indagar en ella, es decir, el ojo del espectador como un ojo que ve y no un ojo que cae. Porque la caída precisamente anuncia el abandono o pérdida de valores dominantes.

III

Mi objetivo al iniciar este texto era el de aproximar al posible lector de la plaquette Ojo que cae de Miguel Jesús Escalona Bernal al contexto desde el cual se ‘observa’ la obra visual; sin embargo, mi primera impresión al inquirir en ella fue confusa: no saber si tratamos con citas bibliográficas  que  intentan emprender una crítica al consumismo banal de la imagen o si nos enfrentamos a un creador visual que emplea los pies de página como guía de la interpretación connotativa y denotativa de la imagen. Al recurrir una vez y otra en la plaquette, divisé que Ojo que cae representa un esfuerzo por hacernos intuir que lo que acontece en México es irónico y neurálgico: el monopolio en medios masivos, Televisa y TV Azteca como legitimadoras de la vida política, el disfraz de las noticias ‘espectaculares’ como noticias ‘objetivas’, el papel de la mujer como ‘imagen-devorada-por-el-falo’ y, por encima, una sociedad jerarquizada por los nodos del neoliberalismo y sus antivalores.  


 
Ojo de la providencia "sorda pesadumbre de la carne"
Tinta china sobre papel fabriano. 48 x 60 cm.
Jesús Escalona Bernal.


 Entre tanto, uno puede cuestionarse el por qué habría de ocuparle esta crítica a un creador visual. A los críticos de arte –si lo son en el modo íntegro del concepto–  se les acostumbra tomar como ejes: la producción de la obra artística, su distribución y su uso peculiar o consumo específico. Adolfo Sánchez Vázquez afirmaba que era necesario pasar de la crítica de arte a la crítica del arte, ello porque los ejes que se consideran en la crítica de arte no hacen más que enmascarar los lazos que unen la obra con el sistema que la produce, distribuye y utiliza, es decir, no hacen más que contribuir a mantener el arte que se ha vuelto un obstáculo a la creatividad misma. Lo mencionábamos en líneas anteriores, nuestros tiempos capitalistas han absorbido el uso de la imagen como principal atractivo en la compra-venta de productos y, con ello, el cómodo o desilusionante hecho de que el creador no escape de la lógica de mercado: la crítica realizada por Jesús Escalona hace hincapié en las relaciones fracturadas del ojo-espectador y el ojo-'creativo'.

 Por otro lado, lamento advertirle al lector-espectador voyeur, que no encontrará en la plaquette Ojo que cae los valores imperantes de nuestra sociedad: no hay mujeres objetualizadas ni desnudos deficiente o excelentemente realizados pues no hay técnica en la pintura o el dibujo que pueda disfrazar –en nuestra altura histórica– un cuerpo humano sin mitificarlo, no existen técnicas ‘innovadoras’ dentro de las piezas sino creaciones a tinta china en papel fabriano –material cuyo costo no es mayor a quince pesos– que afirman el oficio creador a mano despojada del ‘encanto’ de los avances tecnológicos pero provista de una rareza: la crítica enraizada en el propio acto creativo.

 Ojo que cae, lejos de satisfacer al lector, al voyerista o al que juega ambos lados de la moneda, urge en hacer sentir el trago amargo de lo que atraviesan en nuestros días las artes visuales mexicanas y, a la vez, desafiar los modos de su ‘exhibición’.


Saturno entregando a sus hijos
Tinta china sobre papel fabriano. 50 x 60 cm.
Jesús Escalona Bernal.


IV

Que las herramientas empleadas dentro del proceso creativo visual se han diversificado los últimos dos siglos, no es algo que cuestionemos consuetudinariamente sino un hecho institucionalizado. El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes otorga becas a los creadores de productos que –en esta rama– merecen ser nombrados ‘estéticos’; un caso específico es Amor Muñoz (1979), quien a través del dominio de herramientas tecnológicas ha emprendido un viaje vitoreado pero lleno de fisuras que sobresaltan a la mirada crítica.

 Para ella, el arte es un producto cultural que tiene la cualidad de impactar social y políticamente; por supuesto, palabras más o palabras menos han hecho referencia a las distintas implicaciones que el arte tiene en diversos rubros sociales pero siempre sobresaltan las que los propios creadores realizan. La razón: lo que decimos de nuestra disciplina  marca el eje bajo el cual potenciaremos ser señalados.

 ¿Resistirá su producción visual una crítica bajo el ‘impacto social y político’ que genera? No es mi inquietud, por ahora, realizarla; sólo ofertaré una declaración realizada en la revista Dime sobre una de sus ‘obras estéticas’ donde ella nos cuenta: “en el 2006 bordé una falda con un autoretrato[sic], en el que me veo como una adolescente masturbándose, y su vagina se veían salir algunos personajes de Gary Baseman.”


Colaboración para la muestra
"Hide and Seek in the Forest of ChouChou"de Gary Baseman
Billy Shire Fine Arts Gallery. L.A.
Amor Muñoz.


 Hasta aquí supondré –y no por carencia de elementos objetivos– que el trabajo de Amor Muñoz es una prueba fehaciente de que, pese a quien le pese, la imagen-fetiche persiste como ícono de identidad visual en el trabajo ‘creativo’; también de que su ‘novedoso’ empleo de las herramientas y su modo de amalgamar diversas disciplinas son fuerza constitutiva de la imagen-por-la-imagen-misma.

 Retomando a Siqueiros y su denuncia al mundo de economía burguesa al haber optado por la obra visual decorativa, parece que viramos a espalda de nuestro propio contexto: la historia –y la historia del arte– nos confirman que la obra visual como ornamenta cobra mayor fuerza en la actualidad, que el proyecto siqueiriano del artista ciudadano ha perdido vigencia; su finalidad consistía en combatir las imágenes generadas por la producción capitalista mediante la producción de material cultural que movilizara al espectador y lo llevara a la acción. Por supuesto, esto no ocurre en el trabajo ‘amoroso’, es decir, el de la mano creativa de Amor Muñoz.


V

Si por un momento abrimos un paréntesis en nuestro ‘observar’ y suponemos que la imagen no termina en imagen ni el discurso en discurso; podríamos intuir que del puro dominio de las herramientas técnicas o tecnológicas no se crean productos estéticos y mucho menos productos artísticos. Pero nada de lo mencionado líneas atrás debe abatirnos: existen artistas visuales que intentan circunscribir en sus productos estéticos una suerte de implicaciones extrapictóricas, esto porque los signos elementales del lenguaje plástico –aisladamente– no cumplen una función estética. Lo refleja, por ejemplo, el trabajo de Omar Soto Martínez (1984) al integrar esos signos a una totalidad: no sólo se trata de una conglomeración de signos sino que existe un modo de operar con ellos. 

 Porque la obra visual –como señala Sánchez Vázquez– es lenguaje, vehículo de expresión y comunicación que mediante cierta estructura de signos puede transmitir significaciones; sin embargo, lo irrefutable es que cada lenguaje artístico tiene sus posibilidades y también sus confines.


Grabado XII
[mólvil y escenario], aguatinta y aguafuerte, 40 x 40, edición de 10 ejemplares.
Omar Soto Martínez.


 Roland Barthes en Crítica y Verdad nos decía que no se puede escribir de otra manera a menos de pensar de otra manera, hoy cedemos ante su premisa para afirmar: no se puede ejercer el acto creativo de otra manera a menos de pensar de otra manera. Quizá nuestra responsabilidad como espectadores es observar, apreciar y criticar genuinamente la producción artística, no ‘devorar’ más imagen-ornamento, pero sobre todo, emanciparnos de lo que se valora como ‘estético’ y no hace más que otorgar cerrojos a la propia actividad creativa.

 En nuestros ‘ojos’ puede encontrarse la permanencia o la caída de un código simbólico que permea y legitima, a manera estética, el placer de nuestra autodestrucción. o








**La obra de Omar Soto Martínez puede ser consultada en: www.arenaldelineas.blogspot.mx
***La obra de Amor Muñoz puede ser consultada en: www.amormunoz.net


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