Tengo una
certeza: escribir sobre la obra de Escabernal significa desvelar un proceso
íntimo, mas no un proceso impenetrable. Nuestra existencia es de una naturaleza
tan profundamente estética que, al experimentar la obra de arte, podemos sentirnos
próximos, cercanos a nuevas estructuras sensibles para comprender la realidad.
Esta proximidad que instaura la obra prescinde del análisis teórico pero no de
la apreciación estética de su espectador. Por ello, nuestra experiencia de la
obra de Escabernal —esa forma en la que percibimos su acontecer— es el motivo
del presente texto: buscamos, en la medida que lo posibilite nuestro marco de
comprensión sensible, dialogar con ella.
¿Qué nos dice, y
para qué escucharla? ¿Qué podemos responderle? Para esclarecer tales
cuestionamientos no debemos elaborar un texto curatorial sino delimitar, a modo
lúdico, el camino en el que ella misma nos guía. Desde nuestra perspectiva, vislumbramos
tres ejes. El primero: el acto, la ejecución del dibujo. A primera instancia, comprender
qué es dibujar nos aproxima a Escabernal porque nos sitúa en la especificidad
de su práctica artística. Sabemos que el dibujo es la
delineación, figura o imagen ejecutada en claro y oscuro; y sus elementos básicos
son el punto y la línea. En este caso, la ejecución del dibujo que
realiza nuestro artista es sugestiva porque muestra un dominio
técnico que no se sitúa en el realismo ni en la abstracción sino en un
intersticio. Vale la pena realizar aquí un paréntesis puesto que, para
comprender este intersticio, debemos prestar atención a la insistencia de
Escabernal en la temática del ojo y el acto de observar. La presentación de
este tema supone, para nosotros, un momento de reflexión de nuestro artista sobre
lo que para él significa representar.
Es evidente que Escabernal no busca la copia o la imitación de lo que se da
visualmente en la realidad. ¿Qué nos aporta, entonces, qué busca mostrarnos? Creemos
que él manifiesta una consideración que ya Merleau-Ponty realizó sobre el arte
plástico, es decir, atiende a que el ojo es eso que se ha conmovido por cierto
impacto del mundo y lo hace visible por los trazos de la mano. Desde esta
perspectiva, podemos afirmar que es el impacto del mundo y no su copia o imitación
lo que a Escabernal le interesa ejecutar en la obra. A raíz de este impacto, lo
que nos muestra en su dibujo es un juego bipartito de matices: nuestro artista
juega a pasar de la oscuridad a lo blanco y de la claridad a lo negro, hasta
concretar la plasmación de la línea al desnudo, aquella que nos remite a la
organicidad del trazo.
Por otro lado, el
segundo eje en nuestro recorrido es el sustento material del cuadro. En este
caso, la superficie cubierta de materiales diversos —grafito, tinta china, aceite
de linaza, acrílico, óleo— está dispuesta sutilmente para nuestra percepción.
En la obra de Escabernal podemos atender a que estos materiales se emplean con
la finalidad de experimentar plásticamente el espacio, pero tal experimentación
se encuentra sujeta al trazo que va ejerciendo su mano en sincronía y diálogo
con ellos. Finalmente, el tercer eje: el proceso. La ejecución del dibujo que
él realiza se funda en un proceso profundamente espontáneo, esto es, en la
interpretación plástica de la sensación producida tanto por los sonidos
musicales como por la musicalidad en la poesía. De este modo, Escabernal dialoga
con sus referentes artísticos y logra conformar una unidad de sentido para mostrarnos
cómo lo monocromático es también un espacio genuino para habitar estéticamente
el mundo.
Ahora bien, ¿qué
nos muestra Escabernal en la exposición Eco?
La exposición —que podremos visitar en la Galería Wandel del 14 de mayo al 7 de
junio del 2015, en Puebla, Puebla— atiende al significado de la palabra que
lleva como título. Eco es la proyección oscura que un cuerpo lanza en el
espacio en dirección opuesta a aquella por donde viene la luz. En este sentido,
para comprender por qué la exposición responde a este nombre, fue necesario
primero dirigir nuestra atención hacia lo que es el dibujo, así como la
experimentación de lo plástico y su proceso estético. Si consideramos que
dibujar es hacer visible tanto la fuerza como la debilidad del trazo, las 27
obras que se reúnen en la exhibición apuestan
por mostrarnos la desnudez cromática, geométrica y de contenido figurativo pero
no realista en las obras realizas por nuestro artista. Llama la atención la
capacidad que Escabernal tiene para dialogar con lo claroscuro, habitando el
espacio plástico con una estilística tan genuina. La figuración en sus obras se
da desde la imagen que nuestro artista crea y dispone de su mundo, por ello de su dibujo podemos decir que es uno que se
configura y construye a sí mismo desde un lenguaje plenamente plástico. Si Escabernal
nos dice que dibujar es romper un cuerpo prismático y confrontar la luz
transformada en eco, suponemos que desde esta premisa él intenta desatar los
nudos que conforman la unidad de sentido de su obra. Ruptura, cuerpo
prismático, luz y eco funcionan a modo metafórico para comprender que, en un
plano general, el dibujar en el caso de nuestro artista responde a la ruptura
de lo geométrico y al diálogo entre la ausencia y la presencia total del color.
Lo blanco y lo negro son su modo entonces de habitar estéticamente el mundo, y
su resolución para aproximarse a nosotros.
En Eco se muestra el habitar de nuestro
pintor en lo citado anteriormente: la ausencia y la presencia total del color.
La exposición se estructura en tres segmentos. En el primero encontramos obras
como Ojo de la providencia y Oráculo de la ceguera, estas nos muestran
el acontecer de lo geométrico en los escorzos. Vemos que a Escabernal no le
ocupa el dibujo figurativo del cuerpo como representación realista, sin
embargo, nos instaura en un mundo en el que explora el esqueleto, los huesos y
las articulaciones del ser humano con la finalidad de hacer visible su
conocimiento sensible de lo matérico. El segundo segmento de la exposición está
conformado por doce las piezas; la serie se titula Sombras y nos remite al traslado del sonido musical, la musicalidad
de la poesía a la forma pictórica. El último segmento nos remite a un viaje de
exploración plástica donde los trazos están sujetos a la intencionalidad de la
textura. A propósito una de sus piezas, Infante
terrible, muestra a un ser cobrando vida en medio de un espacio habitado
por las raíces de un árbol que se pierde en el formato texturizado en blanco. En
este sentido, si algo logra hacernos sentir la obra de Escabernal es que
habitamos ese paisaje luminoso donde aparece de súbito un instante de oscuridad.
Nos hemos preguntado al inicio qué nos dice la obra de Escabernal, y en este
breve texto podemos al menos responder que su obra visibiliza lo que sostuvo
Baudelaire: los dibujantes buenos y genuinos dibujan acorde a la imagen en sus
mentes. Su mérito: nuestro artista no representa su realidad, nos la muestra.
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